“La respuesta está en mayor densidad democrática”

Acceso a los alimentos, entre el control de precios y el fortalecimiento de nuevos actores (parte 1).

En primer plano, aparecen en estos días las negociaciones del Gobierno Nacional con empresas que intervienen en el abastecimiento y en la formación de precios de bienes que forman parte de la canasta básica.

El debate de fondo, mientras tanto, interpela al sector público a intervenir más allá del control coyuntural dentro una estructura productiva dominada por oligopolios que imponen su oferta en el mercado.

Surge, en este escenario, la pregunta de cómo favorecer el crecimiento de actores que producen, industrializan, comercializan y consumen desde una lógica centrada en la satisfacción de las necesidades de las personas y el ambiente, antes que en el lucro.

El presidente de Cooperar y de la Alianza Cooperativa Internacional, Ariel Guarco, plantea en su libro Principios Cooperativos en Acción frente a los Desafíos de la Agenda Global: “Nuestra generación tiene la responsabilidad de construir un sistema que garantice alimentos sanos y nutritivos para todos. Esta responsabilidad no puede ser delegada en un sector económico y mucho menos en las empresas de la economía concentrada. La respuesta está en mayor densidad democrática, en más empresas que representen los intereses y las necesidades de cada uno de nosotros.”

En nuestro país y en el Mundo existen múltiples experiencias, de diversa escala, volumen y especialización, que muestran la eficacia del cooperativismo para mejorar las condiciones de producción, industrialización, comercialización y consumo.

En Europa, la participación de las cooperativas en el mercado agropecuario es del orden del 40%. En sectores como el lácteo, esta participación se eleva al 60% y supera al 90% en países como Bélgica, Irlanda o los Países Bajos.

En Estados Unidos, hay más de 2 mil cooperativas agropecuarias con más de 2 millones de asociados. Fonterra es una empresa cuya propiedad recae de forma asociativa en el 96% de los tamberos neozelandeses. En Brasil, casi la mitad de la producción agrícola es canalizada por el sector cooperativo. 

En este escenario global, nuestro país no se queda atrás. El 22% del acopio de los granos es realizado por cooperativas, algunas de las cuales tienen puertos propios. En productos elaborados como tabaco, yerba y vino hay una fuerte presencia cooperativa. En el sector lácteo, la participación es del orden del 30% del mercado.

Días atrás, en medio del anuncio oficial de congelamiento de precios, el gerente de Alimentos de la cooperativa Agricultores Federados Argentinos, Darío Trangoni, explicó –en una nota al diario Página/12– que hacía cinco meses tenían estabilizados los precios.

“Recibimos la materia prima del productor asociado a la cooperativa, hacemos todo el proceso de industrialización en nuestras propias plantas, distribuimos con nuestra propia flota de camiones, nos asociamos con otras cooperativas que pueden ser proveedoras de nuestros insumos, o nosotros le vendemos nuestros productos para que ellos lo elaboren, y en ese encadenamiento tratamos de ser cada vez más eficientes y competitivos”, detalló.

Esto demuestra que el formato cooperativo permite a los productores de alimentos asociarse para insertarse en esquemas de gran escala o bien servirles de herramienta para constituir circuitos cortos de producción y consumo, con agregado de valor en el propio territorio.

En efecto, Guarco sostiene en su libro que “el cooperativismo en el ámbito rural ha demostrado largamente su capacidad para construir empresas de gran escala, incuso transnacionales y competitivas en los mercados más exigentes, a partir de la integración solidaria de pequeños y medianos productores” y que por lo tanto “no puede estar ausente en cualquier estrategia de democratización del sistema agroalimentario”.

«Las cooperativas no pueden estar ausentes en cualquier estrategia de democratización del sistema agroalimentario.»

Ariel Guarco

En ese sentido, advierte que “es un error reducir todo el debate a las políticas públicas, sobre todo cuando los Estados se encuentran igualmente condicionados por el poder real que maneja al sistema alimentario, fuertemente articulado con el capital especulativo, sin el cual no podría explicarse la ruleta en la que se ha convertido el precio de los commodities”.

El presidente de la Nación, Alberto Fernández, reconoció en un mensaje al secretario de Naciones Unidas, Antonio Guterres, que «en Argentina los sistemas alimentarios se encuentran conformados por una diversidad de actores, incluyendo pequeños y medianos productores, cooperativas, la agricultura familiar y grandes esquemas de producción».

Fue durante la última Cumbre Mundial sobre Sistemas Alimentarios, a mediados de septiembre, donde expusieron su punto de vista jefes de estado, directivos de organismos internacionales y referentes de distintas organizaciones, entre ellas algunas que forman parte de la ACI, como Sewa (India) y Rabobank (Países Bajos).

Finalmente, si se toma en cuenta que el 80 por ciento de los alimentos en los países en desarrolllo proviene de la pequeña agricultura -actividad que insume el 40 por ciento del empleo mundial- el otro nudo a desatar “está en la relación de dominación que los oligopolios construyen con el consumidor”.

Sobre esa cuestión, el presidente de la ACI reflexiona: “Cuando consumimos estamos convalidando una forma de producir. No sólo elegimos un producto, elegimos el entramado social que hay detrás de dicho producto. Si esta decisión es colectiva, entonces puede modificar las relaciones de poder. El consumidor individual no es soberano. La soberanía es un atributo del conjunto, no del individuo”.

Guarco alienta a impulsar y a fortalecer experiencias cooperativas de consumo, a sabiendas de que hay experiencias que muestran “que es posible construir empresas de gran escala, capaces de competir con multinacionales, a partir de la organización solidaria de los consumidores en cada territorio”.

“Es necesario que todos aquellos que invierten sus esfuerzos y compromiso en la promoción de formas alternativas de consumo comprendan la necesidad de avanzar en la construcción de modelos empresarios que disputen el control en la distribución de alimentos. No alcanza con eludir esporádicamente al sistema alimentario dominante. El desafío es construir formas sostenibles que viabilicen el consumo responsable.”