«Transcurrido un año de pandemia, puedo hacer un resumen de los profundos cambios que se han producido en la distribución farmacéutica cooperativa para adaptar el servicio a los protocolos sanitarios que protegen al personal y a los productos que llegan a nuestras instalaciones y salen nuevamente con destino a las farmacias.
En instantes se adaptaron turnos de trabajo en la filial, coordinando con la labor en los hogares de cada empleado. Distanciamiento y protección en las áreas comunes de las filiales permitieron que la labor fuera continua.
Pero la adaptación también debió responder a un nuevo mercado, porque el aislamiento obligatorio y el cierre de casi toda actividad condujo a nuevas demandas de productos y prácticamente la desaparición de otras que, hasta unos días antes, ocupaban el mayor tiempo en compras y facturación al asociado.
Irrumpieron en los renglones de los pedidos productos conocidos pero casi nunca demandados, como barbijos, alcohol diluido, cofias, camisolines y guantes. Y medicamentos de escasa demanda hasta ahí, pasaron a llenar los renglones de los pedidos de las farmacias, como ejemplo el paracetamol, droga noble de siempre, analgésico y antifebril de escasísima demanda y que ha copado todas las demandas por la indicación ante síntomas de infecciones virales como la tan temida de COVID-19.
Otra causa de la urgente adaptación fue la desaparición de demandas de antigripales y antibióticos, especialmente pediátricos. El cierre de escuelas, reuniones, fiestas y otras actividades que causan la transmisión de persona a persona de las afecciones virales, produjo prácticamente la inexistencia de resfríos y gripes.
Los repartos de cada ruta que salen de las filiales fueron cumplidos como siempre, pero se encontraron problemas en localidades con accesos cerrados con retenes policiales o montículos de tierra que obligaron a negociar con las autoridades el libre paso a los medicamentos.
Las reuniones de consejo, la asamblea ordinaria y las reuniones del comité ejecutivo pasaron a ser exclusivamente virtuales, gesto distintivo de esta pandemia para las instituciones, si lo hay. Seguro es un método que llego para quedarse.
En nuestras farmacias hubo un enorme cambio en la labor diaria. De un día para otro restringimos el número de pacientes que ingresan a ninguno y luego a dos, vacunamos exclusivamente con turnos, usamos e hicimos usar a quien ingresa alcohol para las manos y el calzado, colocamos una mampara arriba del mostrador para evitar contagios por saliva al hablar, entre otras medidas.
Pasando los meses fueron cambiando algunos escenarios. No hubo más restricciones en las rutas, se fue liberando el acceso de los pacientes a las farmacias y comienza a renacer la demanda de perfumería, crece la confianza por la vacunación con COVID-19… pero también crece el abuso de reuniones permitidas o no y, por esa razón, a un año de la llegada del virus a Argentina, hay necesidad de cuidarse.
La farmacia comunitaria, que siempre he defendido, mostró una vez más ser un fuerte sostén de la salud pública. Cercanía, comunicación, capacitación y responsabilidad nos distinguen. Puede hacer más y ese más hoy es la vacunación contra el COVID-19. La vacunación es una tarea que realizamos permanentemente. En nuestras farmacias aplicamos vacunas gratuitas y otras pagas, contra más de 15 enfermedades incluidas en planes obligatorios, o vacunas que se aplican según el criterio del médico.
La sociedad comienza otro año con hábitos que han debido cambiarse o eliminar tal vez para siempre. Nuevos hábitos de convivencia deben darnos seguridad de salud. Es mucho lo que se ha logrado pero todavía quedan riesgos que no podemos tomar.»
Juan Miguel Martín. Farmacéutico (Mat 9501). Vocal del Consejo de Administración de Cooperar por la Federación Argentina de Cooperativas Farmacéuticas (Fecofar).