Habitual visitante de nuestro país, Roelants estuvo hace algunas semanas recorriendo cooperativas y entrevistándose con dirigentes de todos los niveles. Antes de cruzar el Atlántico rumbo a Bruselas, hizo un alto para compartirnos su mirada acerca del impacto de la crisis financiera global en las cooperativas de producción y servicios.
“Hay que verlo relativamente. Hay países donde el golpe en general ha sido muy duro, como España, Grecia y Portugal. Allí el panorama es más complejo que en 2010, cuando empezamos a estudiar la resiliencia, es decir, la capacidad de las cooperativas para mantener o aún crear empleo en medio de la crisis.”
-¿Qué tipo de situaciones se encuentran allí? ¿En todo caso, sigue vigente la hipótesis de que las cooperativas resisten mejor?
-Sí, hay una resiliencia tomada en términos absolutos que demuestra que las cooperativas han sufrido menos el impacto. Ahora, en términos relativos, en ciertos sectores o regiones la situación es un desastre. Un ejemplo es el de la construcción en el área de Emilia-Romagna, en Italia, donde muchas cooperativas y pymes en general desaparecieron. Allí las dificultades pasan centralmente por un contexto que ahoga a la cooperativa, que muere cuando se le acumulan cientos de facturas a favor impagas, llega a tener de créditos que afuera, el mercado, ya no puede pagárselos. La cooperativa tiene recursos y mecanismos para vivir un poco más que otro tipo de organización pero en condiciones económicas y sociales tan críticas llega un momento que se hace imposible seguir.
-¿Hay mecanismos que las cooperativas pueden adoptar para prevenir ese cuello de botella?
-Lo que tenemos claro es que falta integración en la forma de grupos empresariales que permitan pararse de otra manera frente al sector público y frente a la banca. En el último tiempo vemos que aumenta este tipo de organizaciones de segundo grado y llegan a ser unas 700 en todo el mundo, desde Mondragón hasta pequeñas agrupaciones de 3 ó 4 cooperativas. Incluso en algunos países como Francia la regulación lo permite mejor que antes. Hay que profundizar eso. Pero, en líneas generales, estamos muy atrasados. Hay unas 65 mil pymes en la órbita de Cicopa y la gran mayoría no está agrupada. Entonces somos débiles en las cadenas de valor, frente a las licitaciones, para adquirir financiamiento y para pelear en el mercado.
-¿Qué rol debería jugar el movimiento cooperativo a nivel global para mejorar las condiciones de sus bases y para incidir en la toma de decisiones?
-En el ámbito de Cicopa hubo un apoyo predominante a la propuesta realizada desde Argentina para la Alianza Cooperativa Internacional y creo que desde este país y la región de las Américas se debe avanzar a partir de esa plataforma para consolidar visiones comunes y generar una masa crítica. En coincidencia con esto desde Cicopa mundial planteamos construir un círculo virtuoso con cada uno de los miembros, integrando servicios y cadenas de valor, lo cual a su vez va alimentar las demandas y el crecimiento. Hoy padecemos un círculo vicioso basado en el enanismo que sufren los sectores de la Alianza debido a cuestiones presupuestarias, entre otras.