El mundo vive días de suma tensión. La globalización impuesta por el capital financiero no solamente fracasó en facilitar la disponibilidad de recursos que reduzcan las desigualdades intra e internacionales, sino que promueve una concentración de la riqueza cada vez mayor.
La exclusión de grandes porciones de la sociedad, las angustiosas migraciones de millones de personas y las violencias multiplicadas no podrán ser contenidas con nuevas barreras, muros ni guerras. Seguramente, la crisis se profundizará.
Eso dará oportunidades aunque el tiempo que tenemos como humanidad para revertir este sistema de relaciones basado en una acumulación prepotente e insaciable de recursos es mucho menor que el que nos llevó edificarlo.
Creemos firmemente que la globalización hegemonizada por el capital financiero concentrado está poniendo en riesgo los acuerdos internacionales en base a los cuales los seres humanos intentamos convivir en paz. En contraste, emergen nacionalismos xenófobos y belicistas, que sólo profundizarán las desigualdades sociales y territoriales.
Al mismo tiempo, existen innumerables experiencias que demuestran empíricamente lo contrario. La cooperación, genuina y entroncada en las necesidades y voluntades de los pueblos, permite aunar esfuerzos para construir estrategias de desarrollo con equidad de oportunidades.
En varios puntos del globo -incluso en el Norte, cuna de este modelo financiero deprededador- quienes se asocian para hacer frente a las emergencias económicas, sociales y climáticas están al mismo tiempo recreando un sistema de relaciones cuya esencia admite la resolución de conflictos por vías democráticas y participativas.
En territorios sacudidos durante años por la violencia armada, son una de las herramientas mejor consideradas para reconstruir el tejido comunitario. Jóvenes, mujeres y otros subgrupos de la población encuentran en esos espacios el lugar para romper la segregación.
Con los Objetivos de Desarrollo Sostenible como guía, las empresas cooperativas conforman a nivel global una plataforma superadora a la hora de pensar los escenarios pos-conflictos, que se ponen en juego a escala local.
Allí es donde la cooperación ayuda a unir, a superar diferencias, a debatir y acordar propuestas pero, fundamentalmente, a generar oportunidades, favorecer la inclusión y promover la equidad.
Por eso, tal como fue expresado en 2013 en un encuentro de nuestra dirigencia con el Papa Francisco, vale la pena remarcar una vez más que la cooperación es otro nombre la paz.
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