La crisis del 2001 quedó grabada en mí y en cada argentino y argentina a fuego porque nos atravesó a cada une.
La mayor crisis política, social e institucional tiene en mi cabeza una explicación y un verse venir que analizamos en los noventa en las facultades y movimientos de mujeres.
Sabíamos que las recetas neoliberales sólo traerían dolores y exclusión: las privatizaciones, los capitales golondrina, la desindustrialización, la tercerización de la educación, endeudamiento y denigración de la democracia y sus instituciones.
El estallido del 19 y 20 de diciembre nos superó, los individualismos y una cultura instaladísima en los medios de comunicación redundó en una paralización y resguardo, aunque también hubo una importante expresión de los movimientos populares, mientras la clase media ahorrista se sumaba en la indignación de reclamar por sus ahorros.
Y quienes salieron a poner el cuerpo y pararon la olla una vez más fueron las mujeres en los territorios.
En aquel momento, los ingresos que sostenían a mi familia eran de una mipyme, un emprendimiento autogestionado y un sueldo de un banco extranjero de capitales franceses que había comprado a un banco cooperativo -el Pellegrini- y que se retiró inmediatamente del país en el 2002, abandonando a dos entidades que dependían de esos capitales en Córdoba y Santa Fe.
A partir de ese momento comencé a leer salidas como el Plan Fénix y la propuesta del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC) para refundar la nación.
Esos eventos tienen todo que ver en mi decisión de empezar a militar en espacios como el socialismo y el cooperativismo.
Hoy, 20 años después, seguimos diciendo: “Neoliberalismo nunca más”.
Marta Gaitán, presidenta del Comité de Equidad de Género de Cooperar y secretaria de Género del IMFC