«Los clubes y las cooperativas de servicios tienen las condiciones y características para encontrarse formalmente con la finalidad de diseñar planes estratégicos que hagan al desarrollo local sostenible en las comunidades que les dieron origen», aseguró el director de la Diplomatura en Economía Social y Clubes de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref), Jorge Bragulat, en un artículo publicado en la edición N° 105 de Identidad Cooperativa, la revista de Fedecoba.
«Los clubes y las cooperativas eléctricas forman parte, junto con otras organizaciones como las mutuales, asociaciones civiles, bibliotecas populares y cooperadoras, de la Economía Social. El vínculo, entre las dos primeras, es teórico y debe llevárselo también a las cuestiones prácticas.
Desde un lugar teórico ambas entidades son asociaciones de personas. Es decir definidas por la negativa: NO son asociaciones de capitales en donde quien tiene más aporte de capital tiene más votos a la hora de decidir. Cada asociado, de club o cooperativa, tiene un voto, independientemente del capital que aportó (en las cooperativas hay asociados que al tener muchos años de antigüedad la cuota de capital que aportó es mayor que aquel que recién ingresa). Y también tendrán un solo voto sin que se tenga en cuenta la antigüedad ni el cargo que ocupan: todos son iguales en cuanto a los derechos políticos para decidir.
Ninguna de las dos entidades tiene finalidades lucrativas. Es decir; los excedentes no se reparten por los aportes al capital que hagan los asociados. En los clubes ni siquiera pueden repartírselos y es obligatoria su capitalización. En las cooperativas, si la asamblea decide repartir los excedentes, tendrán que hacerlo en proporción al uso de los servicios. Es decir, en proporción al consumo eléctrico del asociado, ya que se entiende que quien consumió más, hizo más para que la cooperativa alcance el beneficio económico.
Al ser asociaciones de personas están insertas en un lugar geográfico definido, a diferencia de las sociedades de capitales o sociedades anónimas cuyos socios o dueños residen en cualquier lugar y no necesariamente en donde se hacen las actividades. ¿Acaso no es común, en nuestros pueblos, escuchar: «Dónde vive el dueño de esta empresa?» «No, el dueño no es de acá; no vive en el pueblo».
Cuando los dueños o asociados y directivos de los clubes y cooperativas viven con sus familias en donde se hacen las actividades, aparece el deseo no sólo de tener una cooperativa y un club mejor; sino que todo el entorno sea mejor. O sea una ciudad mejor para lo cual están dispuestos a cooperar solidariamente para que eso ocurra ya que la mejor calidad de vida la alcanzarán si se produce una mejora tanto en los servicios eléctricos como en todos los que brinda la cooperativa; y también en los deportivos, sociales y culturales que brindan los clubes.
Son entidades que persiguen el bienestar general de los asociados y cualquiera puede ser asociado (a un club o a otro); o sea que persiguen el bienestar general de manera que su fin es social. Pero para alcanzar el fin social deben alcanzar los objetivos económicos ya que ningún vecino desea pertenecer a una entidad que no gestione eficientemente los recursos que aporta. La ineficiencia produce aumentos de costos de forma innecesaria que trae aparejado el descontento de los asociados; el desprestigio de las conducciones y finalmente el deterioro de la institución.
Desde un lugar práctico es necesario buscar ámbitos de encuentro entre entidades que tienen finalidades sociales similares y cuyos dirigentes, voluntarios y ad honorem, entienden la lógica de funcionamiento de estos dos tipos de instituciones: quien es dirigente de un club tiene un aprendizaje, vivencias y sentimiento que lo hacen apto para ser dirigente de una cooperativa de servicios públicos y viceversa. No es posible permitirse el lujo de que estas estructuras, dentro de un espacio geográfico limitado a una ciudad, no aúnen voluntades. Ambas entidades forman parte de la historia del pueblo y seguro que de su futuro.
Son estructuras estables en el tiempo; condenadas a seguir existiendo y a que los vecinos las defiendan y las asuman, no sólo por los servicios que prestan sino como parte de la historia y de la cultura del lugar. Todos los clubes, de las distintas ciudades y pueblos de la provincia de Buenos Aires, son anteriores a la cooperativa de servicios públicos del lugar. La cooperativa existente más antigua de la provincia (y del país) es la de Punta Alta, fundada en 1926 y clubes de esa ciudad, como Rosario Puerto Belgrano fue creado en 1920 y Sporting, de allí mismo, en 1925. Todas estas instituciones concretas tienen los cien años a la vuelta de la esquina. ¿Qué empresa o institución tiene cien años en Punta Alta? Y si las hay serán muy pocas. La propia ciudad de Punta Alta tiene como fecha de fundación 1898. Y así vayamos recorriendo mentalmente las fechas de cualquier ciudad.
Entonces: ¿Por qué hay un empeño en demostrar que forman parte de la economía social? Porque es fundamental que ellas se reconozcan de esa manera, al igual que el resto de las entidades sin fines de lucro. Tienen las condiciones y características para encontrarse formalmente o ponerse de acuerdo para la elaboración y puesta en funcionamiento de planes estratégicos que hagan al desarrollo local sostenible en donde ambas están instaladas.
Si sumamos los capitales y todo el movimiento económico que existen en una ciudad alrededor de las cooperativas eléctricas y de los clubes en su conjunto y si pensamos que todos están al servicio de la comunidad: ¿No le parece, apreciado lector, que algo en conjunto es posible hacer pensando a largo plazo?
Empecemos, aunque sea, en abrir los cursos sobre cooperativismo que hacen las cooperativas de servicios públicos y llamémosles, sin alterar su contenido, cursos de Asociativismo Solidario y verán que es posible que dirigentes de clubes presten atención e interés. También, pensemos si no es posible y conveniente para el desarrollo local con equidad que al menos haya un club cuya concesión del bar, restaurante y sala de fiestas, sea hecha en favor de una cooperativa de trabajo. Así, de una manera realista, es posible comenzar a hacer teoría (cursos) y práctica (concesión) en favor de la Economía Social para buscar un desarrollo local sostenible y más equitativo.»